
Martín nos manda esta nota. Habla de la suerte y de encomendarse al cielo. Bueno, mejor dicho, de cómo le encomendaban al altísimo. Os la dejo y comentamos.
Fueron 357 días que comienzan en marzo de 1978 y acaban en el mismo mes de 1979, y forman parte de los 434 que hice de servicio en el ejercito de tierra.
En esos días que cito, un día a la semana, solía llevar mi ropa a lavar a una señora que suplementaba su magra pensión en negro, y defraudaba a Hacienda mis pocas pesetas, que en aquella época empezaba a perseguir los tributos de los españolitos de a pie.
Bien, mi recuerdo. Cada vez que entregaba ropa ó la recogía limpia y planchada, aquella buena señora cuyo nombre ya no recuerdo, como mucho de lo que se refiere a ese período, no me deseaba suerte, sino que me decía : "Con Diós", lo que entiendo es una abreviatura de la jaculatoria ¡Vaya Usted con Dios!.
Te voy a apuntar un tanto : Creo que sobrevivir con el cuerpo y la mente integros a esa experiencia fué cuestión de suerte : armas que se te pierden, ó te roban; juegos que terminan con balas en el cuerpo, explosiones de armamento pesado y de plástico explosivo en el campo de tiro, esquirlas que alcanzan al compañero y le dejan "tocado" un ojo para siempre, los "tontos" que se daban la vuelta hacia atrás en el campo de tiro para avisar de que se había agarrotado el cierre del arma con el cargador puesto,...
Con razón, la señora me decía lo de "¡Con Dios!" : ella confiaba mi suerte a Dios.
Y, como te decía tiempo atrás, como ni Dios ni conservar mi integridad estaban en mis manos, juego para tí.