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sábado, 29 de enero de 2011

Hay que darle tiempo a la suerte

De vez en cuando recibo un e-mail en el que me cuentan cosas sobre la suerte (por cierto, en el blog, a la derecha, podéis ver mi dirección de correo). El otro día me llegó uno que me comentaba lo mal que lo había pasado en los últimos dos o tres años. Consideraba que se había merecido un ascenso y se lo habían dado a otra persona. Pero..., resulta que en esta época de crisis, se han cargado a determinados jefes. Y quien se ha ido a la calle ha sido su compañero, al que le habían ascendido previamente. Se alegraba ahora de no haber sido la persona propuesta para el ascenso. ¡Ahora se considera una persona con suerte! 
En muchas ocasiones, las situaciones que nos parecen en principio difíciles o desafortunadas, se reconvierten. El tiempo nos permite analizar las circunstancias con otro prisma. Sólo que durante esos dos o tres años, la persona que me escribió lo pasó mal. Ahora es cuando reconoce que fue afortunada. ¿Qué hubiera ocurrido si en vez de pasar ese periodo con rencor, angustia o malestar, hubiera dejado transcurrir un poco el tiempo? Seguramente hubiera sido mucho más feliz. Y si ahora está bien, seguro que aún estaría mejor.
He vivido un despido reciente y os prometo que más suerte no he podido tener. Algún dia os contaré porqué.
Suelo dejar pasar un tiempo de aclimatación para los cambios que me van sucediendo. Sin análisis, sin enfados e incluso con la inconsciencia de pensar que seguro que será para bien. Y hasta ahora así ha sucedido. Debemos dejar trabajar un poquillo al destino...
Como dijo Tagore: "Si lloras porque se ha ido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas..."

1 comentario:

  1. Ratifico completamente la esencia de esta entrada basándome en un hecho que nos ocurrió. Hace unos 18 años-qué rápido pasa el tiempo-la empresa en la que trabajaba mi marido-un taller de unos 20 empleados- cerró, yendo en aquel momento viento en popa. Algunos metían hasta horas extras no siendo el caso de mi marido pues, trabajando yo y con dos pequeñuelos, necesitábamos más tiempo que dinero. Los dueños quisieron dar un giro al negocio para dedicarse al mundo del ladrillo e hicieron desaparecer todo el capital de manera que fue FOGASA el que indemnizó a los empleados porque los dueños se declararon insolventes. Mi marido sumido en una angustia vital y pensando en negativo y yo animada por mi trabajo y pensando en positivo. Era profesora interina y en ese primer año, presionada por la situación de “inestabilidad”, preparé las oposiciones a funcionaria para atar un sueldo fijo. Aprobé con una diferencia de un mes las del MEC y las del País Vasco. Él tras varios trabajillos temporales entró en una empresa de 100 trabajadores y que tiene conciertos con la Diputación Foral. Lleva 16 años viviendo mejor, en un ambiente de más normalidad-ahora las cosas están bastante mal para todos- y ganando más. No sabemos qué deparará el futuro, pero en aquel momento una puerta se cerró y se abrió un gran ventanal por dónde vimos las cosas muy claras. Como tú bien dices, no hay que desesperar y acaso una parte de nuestro devenir siempre quede en manos de la suerte. Esperemos que sea de la buena suerte.

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